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Crónica I Jornadas MÁRGENES ARQUITECTURA

I Jornadas MÁRGENES ARQUITECTURA

Herencia, evolución… Transmisión

 

Ayer fue un día feliz. Tuvimos la suerte de compartir y ampliar nuestro recuerdo a Antonio Jiménez Torrecillas. Y no sólo desde lo emotivo, sino desde lo que para nosotros es ya un compromiso ineludible: la creación de conocimiento en torno a su obra, su pensamiento, su ideología.

La mañana comenzó con una capilla llena, en la Escuela de Arquitectura de Granada. Un espacio recuperado para su uso por la nueva dirección, siempre atenta a facilitar cualquier iniciativa de carácter cultural. Siempre atenta a “crear escuela”. En ese espacio de escala perfecta para las I Jornadas, presentamos el libro “La luz sitiada. Secaderos y ruinas de la Vega de Granada”, con los dibujos de Francisco Carreño y su mirada sobre un lugar que desaparece.

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En palabras de Antonio Jiménez Torrecillas:

“Los secaderos de tabaco son atractivos sin pretenderlo. No manifiestan cuales son los criterios formales que los gobiernan; seguramente, porque no existen. El traspasar los límites de la ciudad y entrar en ese mundo alejado que es nuestro entorno inmediato -el pueblo, o el campo- afina nuestra capacidad de juicio. Una vez experimentado esto, regresar, volver a apreciar el desarrollo de nuestras ciudades, tenerlo todo de nuevo, y encontrar en ese ir y venir un camino de aprendizaje. Reconocer la realidad inmediata que nos rodea.

En los secaderos se reconoce el esfuerzo puesto en la construcción, de una máxima eficacia tecnológica (en este sentido este sí que es un ejemplo de alta tecnología).

Sus constructores se convierten así en mensajeros que establecen la continuidad con su vínculo y trasportan el pasado hacia el futuro. Constructores anónimos, invisibles, muy ahorrativos, que utilizan la precariedad de sus situaciones como arma a favor. En estas realidades la precariedad no se entiende como una limitación, sino como el único escenario para la acción. Aquí reside una de sus enseñanzas.

Lo cercano nos ofrece una cantera inagotable de ejemplos exitosos. Exitosos porque forman parte del mundo de lo real, y han surgido de la utilización de los recursos disponibles hasta alcanzar unas soluciones tan factibles, que de hecho han llegado a producirse. Contemplar…, y entender. Y al final, descifrar en cada uno de nosotros el fermento para la necesaria innovación”.

Seguimos con el entusiasmo contagioso de Mateo García que contó su experiencia en el estudio NARITA y, especialmente su encuentro con Jiménez Torrecillas. La luz de cada lugar, la luz verdadera. La importancia de lo real se volvió a poner de manifiesto en el fantástico documento que es SPAIN ALIGHT que, como bien indicaba Mateo García, se veía aumentado al verlo en en la propia Escuela de Arquitectura.

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El tercer encuentro fue con Pilar DALBAT quien, tras llevarnos de la mano por toda una trayectoria vital, nos detuvo en dos momentos de gracia en su carrera: la colección METRO, en el espacio de la estación Alcázar Genil, y la reciente colección ETSA, presentada en octubre en la Escuela de Granada y que parte, como suele ser habitual en ella, de un lugar, un concepto y un sentimiento, para dar forma a sus creaciones.

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La mañana se cerró con Miguel Ángel Ramos, Zhou Xianjun y Francis Garzón, quienes nos explicaron magistralmente una de las obras contemporáneas más importantes de Granada: la estación Alcázar Genil.

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Por la tarde, las Jornadas se trasladaron a la Madraza, con un inusual éxito de público, para escuchar a Luis García Montero hablar sobre la relación entre arquitectura y poesía. El momento culminante de las Jornadas, sin duda, tuvo lugar cuando el poeta compartió el primer texto, de una emoción desgarrada, que escribió en su casa de Rota, obra de Jiménez Torrecillas. Un relato sobre la amistad, la permanencia y la marcha. Sobre la realidad de la propia vida. La que anima nuestras palabras, nuestras casas, nuestros anhelos.

Damos las gracias a todos los que tan generosamente nos han ayudado a realizar estas I Jornadas, a la ETSAG, a Ricardo Hernández y Juan Calatrava, a todos los que nos contaron su conocimiento y a todos los que nos acompañaron con su presencia y sus preguntas.

Para todos ellos, la voz de Antonio:

“Me gusta pensar que hago arquitectura desde hace 6.000 años, desde que existen pinturas al abrigo de las cuevas. Formar parte de un gremio u oficio, ser eslabón de una cadena humana que, de muy distintas maneras, procura confort y cobijo a los demás. 

Me gusta ver el mundo como un piso de estudiantes que todos compartimos. En ese mundo hay compañeros de piso que llegaron antes que nosotros, que vivieron en la habitación que hoy es la nuestra. Un año alguien pintó. Al siguiente, otro colocó una balda. En una ocasión encontré, sobre la mesa de mi nueva habitación vacía, una botella de vino y una nota. Mi desconocido amigo se había marchado ya. Otros nuevos, sin duda, llegarán. 

Herencia, evolución…: transmisión. El verdadero valor no está tanto en lo que generosamente hemos heredado, como en aquello que generosamente debemos aportar”.

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