“Los niños salvajes bajaron de las colinas para asolar el mundo. Arrasaron la realidad tal cual la conocíamos. Nada volvió a ser como antes.
Los niños salvajes derribaron todo muro que separaba lo tuyo y lo mío. Lo de dentro, lo de fuera. Los de arriba, los de abajo.
Los niños salvajes observaban impasibles, con la ternura e irreverencia que había en cada una de sus miradas.
Era una horda de guerreros desarmados, con sus manos vacías y su determinación llena de sueños.
Nadie tuvo duda: eran imparables”.
“La estirpe de los niños salvajes” es la última obra de Esther G. Cid.
Una historia que resuena hoy más que nunca pero que, como los buenos cuentos, resulta intemporal. Un poderoso texto que nos recuerda que siempre es el momento para afrontar los cambios y despojarnos de las creencias antiguas que ya no nos son útiles.
Ilustrado por Manu Román, cuenta con un poema de José Miguel Gómez Acosta.
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